Comentario
De Cádiz procede un elemento arquitectónico que nos permite alcanzar una idea aproximada del aspecto de estos lugares. Es un capitel de caliza blanca, formado por cuatro pétalos enroscados en espiral, de forma parecida a las volutas de los capiteles jónicos; su modelo, sin embargo, no está en la arquitectura griega, sino en la egipcia, mucho más remota, en la que se empleaban estas estilizaciones vegetales para los soportes arquitectónicos. El capitel de lirios de Cádiz, no estaba destinado a soportar nada, puesto que su parte superior es redondeada, sino que remataría un pilar exento, colocado como exvoto, o destinado a recibir sobre él la manifestación de la divinidad, en forma de ave, que podría ser interpretada por los sacerdotes; en cualquier caso, es la única obra de un orden arquitectónico fenicio que se conoce en todo Occidente, y su antigüedad podría situarse en el siglo IX o en el VIII antes de Cristo.
Son relativamente numerosos los monumentos funerarios fenicios conocidos en España, aunque de notable uniformidad, puesto que corresponden a pocas necrópolis. Los de mayor interés son las tumbas de Trayamar, situadas junto a la desembocadura del río Algarrobo, al este de Málaga, con cámaras de unos tres metros de lado, construidas con grandes sillares, en las que se depositaban los cadáveres incinerados dentro de urnas. Se ha podido estudiar el sistema de cubierta de madera, con una estructura a dos aguas sobre techo plano y también el pasillo inclinado de entrada, lo que remite con certeza a ejemplos orientales. Otros enterramientos fenicios de incineración son pozos o pequeñas cámaras excavadas en el terreno natural y hay también simples fosas cubiertas de tierra, pero este ritual deja paso en el siglo VI a. C. a las inhumaciones.
La necrópolis de Jardín, también de la costa malagueña, la de Villaricos (Almería) y la del Puig des Molins en Ibiza, poseen cámaras hipogeas con sarcófagos de inhumación, normalmente con más de un enterramiento por cámara, pero desde el siglo IV las dimensiones de las tumbas se empobrecen y es frecuente alternar inhumaciones con incineraciones, como si no existieran unos principios religiosos o unas fórmulas rituales muy estrictas.
En Cádiz hay incineraciones antiguas depositadas en las mismas fosas en las que se efectuaba la cremación; en el siglo VI a. C., los cadáveres se colocaban en estrechas cámaras, hechas de sillares revestidos de cal, en grupos de hasta una docena de departamentos paralelos; más adelante, las cámaras son más pequeñas y llegan a convertirse en simples fosas revestidas de sillares y separadas entre sí.